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¿Llueve menos en tu pueblo que hace 30 años?: "No han bajado las precipitaciones"
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Una España más seca

¿Llueve menos en tu pueblo que hace 30 años?: "No han bajado las precipitaciones"

A pesar de que los pasados años han estado marcados por intensos ciclos de sequía, el nivel de precipitaciones en la península se ha incrementado en las últimas décadas

Foto: La comisión de sequía aumenta restricciones en el litoral malagueño y campo de gibraltar
La comisión de sequía aumenta restricciones en el litoral malagueño y campo de gibraltar
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Existen hasta 150 definiciones para la palabra sequía. Para el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), se trata de una “anomalía transitoria, más o menos prolongada, caracterizada por un periodo de tiempo con valores de las precipitaciones inferiores a los normales en el área”. Pero el propio organismo admite que no existe una definición universalmente aceptada sino que difiere entre un sitio y otro. Sin embargo, la acepción oficial encaja con lo que se ha visto en los últimos años en muchos puntos de España.

Siguiendo al Miteco, la causa inicial de toda sequía es la escasez de precipitaciones (sequía meteorológica), que deriva en la falta de recursos hídricos (sequía hidrológica), una situación que ya es crónica en muchos puntos. Con datos de la Agencia Española de Meteorología (Aemet), analizamos la evolución de esa causa inicial, las lluvias, para tratar de responder a una pregunta: ¿llueve cada vez menos?

La respuesta no es sencilla. Tras analizar datos de 159 estaciones meteorológicas repartidas por todo el territorio, se observa una tendencia a la baja en los últimos tres años respecto al periodo de referencia que va desde 1991 a 2020. Sin embargo, la variación no es muy amplia y difiere según la zona. En 82 puntos se ve ese descenso, pero en otros 75 el nivel de lluvias es similar o incluso ha aumentado.

Además, solo en 24 estaciones la variación de la precipitación ha sido negativa para cada uno de los tres últimos años analizados. Este es el caso, por ejemplo, de la zona montañosa del Lago de San Mauricio, en el Pirineo leridano, donde, de media, caen unos 1.000 litros anuales por metro cuadrado, pero recogió casi un 74% menos en el 2022.

Pero al contrario de lo que pueda parecer, menos lluvias no siempre significa más sequía. El experto en sequías y miembro del CSIC y del IPCC, Sergio Vicente, defiende que las sequías que ahora nos afectan no son un producto del descenso de las precipitaciones, sino “de cambios en la circulación atmosférica”. El investigador ejemplifica esta situación con los periodos de bajas precipitaciones que tuvieron lugar en la última década del siglo pasado: “En los años 90 se produjeron unas condiciones en la oscilación del Atlántico Norte muy positivas, lo que hizo que las precipitaciones fueran muy bajas y que los años 92, 93 o 95 fueran muy secos”.

¿Quiere decir esto que las sequías de ahora son similares a las de hace 30 años, a las de hace 70 o las de hace un siglo y medio? Por una parte sí, pero por otra no. A pesar de que el origen es el mismo, los periodos de bajas precipitaciones que vivimos en la actualidad están afectados por una mayor demanda de agua por parte de la atmósfera.

Esto quiere decir que el ascenso de las temperaturas, consecuencia del cambio climático, incrementa la evaporación del agua superficial siempre que haya recursos hídricos. Cuando no los hay, no hay agua que evaporar, lo que estresa en especial a la vegetación y los cultivos.

A pesar de que la intensidad de las sequías sí se está incrementando, Vicente insiste: “Las lluvias en España no están cambiando. No se produce un descenso de las precipitaciones y es lo que se ha observado en los últimos 150 años”. Es más, el experto recalca que, a pesar de tratarse de un periodo de tiempo bastante corto, “la tendencia que se ha experimentado desde los 80 hasta 2020 es de un incremento de las lluvias”.

Foto: Campo de trigo. (Reuters)

Las cifras de precipitaciones medias para los distintos municipios españoles en los últimos cincuenta años también muestran que, en la mayoría de los casos, las cantidad de precipitación se mantiene estable. En Mallorca, por ejemplo, los valores han sido bastante constantes, entre los 300 y los 500 litros en el último medio siglo. También ocurre en Madrid o Alicante, aunque en este último caso las lluvias se concentran en rangos más bajos.

En el extremo opuesto se encuentra Santiago de Compostela. A pesar de contar con precipitaciones por encima de los 1.000 litros por metro cuadrado en todo el periodo analizado, estas están más dispersas: su máximo de lluvias en los últimos 50 años se dio en 1977, cuando en la capital gallega cayeron 2.761,3 litros, mientras la cifra mínima se dio en 2011, cuando apenas se superaron los 1.000 litros.

En otras ocasiones, los valores extremos están bastante aislados. Barcelona, por ejemplo, concentra sus valores entre los 400 y los 500 litros, aunque en 1996 y 2020 estos se dispararon por encima de los 1.000 y estos dos últimos años rondaron los 300 a duras penas.

El investigador del CSIC advierte que, pese a la sensación que en ocasiones trasladan los medios, “las precipitaciones extremas tampoco se están incrementando”. Esto es, que fenómenos como la “gota fría” o las DANA, habituales en esta época del año, no se dan con mayor intensidad ni frecuencia de lo que lo hacían antes.

En el caso de Alicante, una provincia acostumbrada a este tipo de fenómenos, las precipitaciones no han visto un incremento sustancial en los últimos 30 años para ningún mes, con excepciones aisladas, aunque el total anual de lluvias sí ha crecido en la última década.

La España que se inunda

Si las precipitaciones extremas se mantienen estables dentro de unos límites, eso quiere decir que las inundaciones que se producen cada año tampoco “son algo absolutamente nuevo”, tal y como señala Juan Iglesias, coordinador de Ecología Urbana en Naider, una empresa vasca que se encarga de desarrollar proyectos de transición ecológica.

¿Por qué a veces parece entonces que no hay precedentes para cada inundación o riada? Iglesias da tres motivos principales. El primero es la urbanización del territorio que, a medida que crece, “hace más difícil gestionar la lluvia”, lo que se suma a “que cada vez hay más gente que habita en zonas inundables” por la escasez del territorio urbano.

A este argumento principal se suma que, en ocasiones, el sistema de viales y alcantarillado de las ciudades puede estar “limitado o no suficientemente dimensionado” y, además, “cada vez hay menos árboles o bosques capaces de retener la lluvia bajo tierra”.

Estos tres problemas se pueden combatir desde un punto de vista más centrado en las ciudades, mediante la implementación de tanques de tormenta, que no dejan de ser depósitos situados debajo del tejido urbano y que permiten la distribución de las aguas de forma regulada o la construcción de espacios verdes que frenen las riadas. Aunque para atajar el problema de forma más eficiente, el experto en ecología urbana insiste en la creación de lagunas de inundación de los márgenes de los ríos que permitan descargar los caudales en varios puntos antes de llegar a las zonas urbanas.

La sequía no es el único problema

La sequía no es un problema aislado. Es causa y consecuencia de algo. Hay una interconexión entre varios factores que amplifican o reducen el problema. Es por esto que varios investigadores de la UAB, en una investigación del Observatorio Social de la Fundación "la Caixa", decidieron unir este fenómeno a la despoblación y la globalización y obtuvieron el mapa de cuatro Españas relacionadas entre sí, pero con características opuestas.

Cada una de las regiones tiene una extensión distinta y un nivel de vulnerabilidad diferente: la primera, entre las que se encuentran Castilla y León y una parte de Aragón, sería la que presentaría un mayor riesgo. El efecto de la despoblación en estas zonas es evidente, pero Sergio Villamayor-Tomas, investigador sénior del ICTA y de la UAB, añade que “[estas] serían también las zonas donde más efecto tendrá el cambio climático [...], por los cambios de temperaturas más extremos que se dan”. Además, son zonas donde una parte importante de la población se dedica a la actividad agraria, aunque esta se centra en “cultivos más extensivos, de secano y menos competitivos”, lo que dificulta sus relaciones comerciales al exterior.

A esta región, que ocupa un 21% del territorio español, le siguen una que, a pesar de “secarse”, sí que resiste económicamente; una que no presenta grandes problemas económicos, pero que sí que se ve afectada por la erosión y una España exportadora, que solo comprende el 5% del territorio y que se sitúa, en su mayoría, cerca de las zonas costeras y las grandes ciudades.

Villamayor-Tomas también explica que, a pesar de tratarse de problemas relacionados, las soluciones a cada uno presentan grados de dificultad bien distintos: “El impacto de las medidas contra la globalización es mucho más difícil de ver porque son procesos mucho más largos”. De igual manera ocurre con las medidas contra el cambio climático, aunque la despoblación sí que puede frenarse, en palabras del investigador, de forma más inmediata, “con la mejora de las vías de comunicación o la instalación de mejores redes de internet”.

Existen hasta 150 definiciones para la palabra sequía. Para el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), se trata de una “anomalía transitoria, más o menos prolongada, caracterizada por un periodo de tiempo con valores de las precipitaciones inferiores a los normales en el área”. Pero el propio organismo admite que no existe una definición universalmente aceptada sino que difiere entre un sitio y otro. Sin embargo, la acepción oficial encaja con lo que se ha visto en los últimos años en muchos puntos de España.

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