Colombia despide a Abel Rodríguez, el sabio indígena “nombrador de plantas”
El fallecido dibujante era referente mundial del arte indígena contemporáneo

Sus dibujos trasladaron el poder de la selva amazónica a la contemplación de un sinnúmero de miradas en Colombia y en el mundo. Abel Rodríguez, el artista y sabio de la comunidad Nonuya que consagró su vida a plasmar en el papel las especies vegetales y animales que conservaba en su memoria, murió este jueves a los 84 años. “Sus obras son testimonio vívido de la estrecha relación entre el ser humano y la selva, y una forma de resistencia frente al olvido y la desaparición cultural. En cada trazo, en cada historia, dejó plasmada la riqueza espiritual, ecológica y simbólica de los pueblos indígenas del medio río Cahuinarí”, destacó el Museo Nacional de Colombia en un comunicado lamentando el fallecimiento.
Rodríguez nació en 1941 en un territorio conocido como La Sabana, enclavado entre el río Cahuinarí y la parte superior del río Igara-Paraná, en proximidades a la frontera con Brasil. Su nombre ancestral era Mogaje Guihu, que en español significa “plumas de gavilán resplandeciente”. En los años noventa, el desplazamiento forzado lo obligó a abandonar la profundidad de la selva. Los saberes que le transmitieron en su familia desde que era niño resistieron la crueldad de la violencia contra los pueblos indígenas y se conservaron por medio de ilustraciones y palabras. Sus obras muestran el detalle fino de hojas, ramas, árboles, animales y ríos que le rodeaban desde la infancia. El artista ilustró más de 400 árboles del Amazonas con una capacidad fascinante que hizo que se le conociera como el “nombrador de plantas”.
“De niño era curioso. Con mucha atención le aprendí al mamo (líder espiritual) sobre las plantas, los animales y las palabras, y así, con el tiempo, me llamaron el “nombrador de plantas”. Ese conocimiento no es biológico, sino que está conectado materialmente, espiritualmente y sentimentalmente con la selva, con su energía”, relató en una recopilación de conversaciones de 2024 que cita el Museo de Arte Moderno de Nueva Yorka, MoMA.
Cuando llegó a Bogotá, después del desplazamiento, acudió a la oenegé holandesa Tropenbos, que promueve la conservación de los bosques. Había trabajado con esa organización años atrás como guía para identificar plantas en su territorio. Desde entonces, sus dibujos, además de convertirse en fuente de ingresos, permitieron clasificar especies de árboles y plantas, y contribuyeron al desarrollo de investigaciones científicas botánicas de la cuenca amazónica.
Su pensamiento viajaba hasta la selva para reencontrarse con olores, colores y texturas. “Rehacer las plantas en mis dibujos me recuerda al cambio de las generaciones, a tener un hijo. A nuestros pensamientos los llamamos hijos. Son hijos espirituales que siempre están presentes. Uno intenta sacar esa figura o cosechar lo mismo que estaba antes, pero eso ya no va a ser igual. Todo va cambiando cada día, tanto la hojarasca como las raíces van aumentando y así su forma en vida se transforma cada vez más”, contaba.

La muerte del artista, recordado como uno de los más importantes guardianes del conocimiento ancestral del Amazonas, despertó voces de condolencias. “Rendimos homenaje al maestro Abel Rodríguez, quien, desde las palabras y el dibujo, preservó la memoria ecológica, espiritual y cultural de los pueblos indígenas del río Cahuinarí. Su obra plasma el vínculo entre humanidad y selva, y un saber que resiste, florece y trasciende”, enfatizó el Museo Nacional en su cuenta de X junto a la imagen del árbol de la abundancia y un breve texto de autoría de Rodríguez. “Yo hablo adivinando y así pinto adivinando. Así como está la palma en mi mente, voy sacando las raíces, el tronco, la corteza, el cogollo, las ramas, los voy sacando en el aire y en el papel. Es un proceso de recordar, pero también de adivinar las palabras, porque es de allá que nacen las cosas”, dice el escrito. “Sus árboles nos van a dar sombra a muchos por muchos años. Gracias, maestro”, expresó el exministro de las Culturas, las Artes y los Saberes, Juan David Correa.
El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) también lamentó el deceso y destacó que Rodríguez inventarió de memoria especies de la selva con frescura artística y precisión botánica. “Su intención era preservar la sabiduría oral de sus ancestros, que corría tanto por sus venas como por las ramas y raíces de las distintas especies vegetales glorificadas por los nonuya como fuente de nutrición y de vida. Sus dibujos son como mapas que captan las principales características de esos árboles, plantas y flores”, exaltó en esa red social.
Una de las obras más celebradas de la exhibición Tercer ojo es, justamente, El árbol de la vida y la abundancia (2016), de la Colección Eduardo F. Costantini. “En esta pieza, que actualmente está viajando a Qatar para ser exhibida en la muestra Latinoamericano, Abel Rodríguez recrea el mito de origen de su pueblo. De la copa generosa caen los frutos que alimentan todo un ecosistema”, subraya el Malba. El Museo resguarda dos dibujos del artista que transmiten su mirada sobre la naturaleza y el conocimiento ancestral: Lugar de la Maloca y Figura Tierra Centro, ambas de 2014.
Su nombre trascendió no solo en Colombia, sino en el circuito internacional del arte donde se consolidó como uno de los artistas indígenas más reconocidos en la actualidad. En 2014, recibió el Premio de Arte y Naturaleza de la Fundación Prince Claus, de los Países Bajos, por su obra y la conexión ancestral con la naturaleza como conocimiento fundamental para la cultura global. Su obra se expuso en escenarios internacionales del arte contemporáneo, como la Bienal de Sao Paulo (2021), la Bienal de Arte de Toronto (2022), la 23 Bienal de Sídney (2022), la Bienal de Kwangju en Corea (2023) y la Bienal de Venecia (2024).
“La obra de Abel Rodríguez es un tesoro ancestral, un regalo de la selva para este mundo globalizado, totalizante y homogenizado, cuya noción de progreso atenta gravemente contra la naturaleza y la supervivencia de los seres humanos y las demás especies”, describió la Comisión de la Verdad. “Su obra nos deja una enseñanza profunda: mirar y escuchar la selva como una biblioteca viva de saberes y memorias, y comprender que el arte también puede ser una forma de reverencia, resistencia y transmisión cultural”, concluyó el Museo Nacional en el pronunciamiento en representación del Sistema Nacional de Museos.
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